Antes de darse cuenta siquiera, la clase había terminado y supo que tendría que esperar a llegar a casa para llamar a Shaun. Le contó a Jo que, por suerte, iba a poder arreglárselas para hacerles una pequeña visita antes de su partida de bridge, siempre y cuando los niños estuvieran en casa a tiempo. Jo cayó a duras penas en la cuenta de que cuando salió con los niños de camino a la escuela, Dick y Vanessa seguían en casa, y Dick ni siquiera se había vestido todavía. Su archirival, MacFarleys, chaqueta tottenham tenía la cuenta de la codiciada Vital Communications desde hacía casi cinco años. La comida favorita de todo niño de cuatro años encajaba con su receta fácil de pastelitos de Krispies de chocolate. Estaría allí a las cuatro «en punto», así que Jo le prometió que no habría problema y que en ese momento tenía prisa. En ese momento acusó la presencia de Anthony por primera vez, ante lo cual él le hizo un gesto invitándola a entrar primero.
Vanessa salió primero. Los creativos estaban en la última planta, también conocida como «el ático», que tenía unas vistas de primera y una moqueta más mullida que el resto del edificio. Había empezado a sentir que el viaje se alargaba más que el resto de su vida entera y ya notaba los primeros aguijonazos de angustia existencial. No había duda de que Tommy DuMarqué formaba parte de la vida de la nación desde hacía nueve años. Se pasó la mayor parte de su primer trayecto a la escuela moviendo el asiento del coche adelante y atrás, fingiendo saber lo que iba a hacer de cena y girando donde no debía. Por suerte, Tallulah estaba demasiado interesada en saber qué había para cenar como para sospechar nada. Jo se contuvo a tiempo para no darle unos golpecitos en la espalda a la mujer que tenía al lado para decirle que ella era la niñera de Tallulah. Su madre estaba sentada al lado de Jo con ojos amorosos. A continuación entornó los ojos como si pensara una respuesta.
Tiene una sonrisa y se ve complacida. Necesitaba estar sola. Para cuando Tallulah saltó de un brinco a su encuentro con la sonrisa instantánea de un niño, Jo deseaba abrazarla hasta hacerla llorar. No. Tallulah ahogó un grito. Tallulah estaba encantada de acompañar a Jo en su apremio, puesto que había sido el mejor árbol y apenas le cabía en su pequeño cuerpo toda la felicidad que emanaba. A decir verdad, de su cuerpo no dejaban de brotar chispitas de felicidad en forma de risitas y saltítos inexplicables, e incluso alguna que otra ventosidad. Quiero un equipo creativo que esté tan hasta el culo que no pueda ni respirar. No me importa si están hasta el culo de trabajo; de hecho, cuanto más hasta el culo estén, mejor. Hacerles cosquillas a unos niños medio dormidos hasta que te pegaban, accidentalmente, un puñetazo en la cara nunca había sido el modo más rápido de despertarlos.
Los niños disfrutaron muchísimo de toda aquella excitación, pero en el trayecto de vuelta, a Tallulah se le empezaron a saltar las lágrimas. Diez pequeñas de cuatro años con tutús no mucho más grandes que sus bragas miraron a Tallulah mientras ella abría su rostro hacia el sol y tenía pensamientos de árbol. Tallulah. -No. -¿Patatas fritas? Mientras se alejaba, pudo sentir los ojos de Anthony Harrison recorriendo minuciosamente su figura una vez más. Vanessa se enorgullecía de ser la única mujer en toda la oficina que era inmune a los encantos de Anthony Harrison. Anthony Harrison tenía un espeso cabello que le caía sobre la frente con un ademán juvenil, pero era muy rubio. —Rujo. Max pone una mano sobre mi hombro y silenciosamente responde. Una vez dentro, se sentaron formando un pequeño y acogedor círculo. Se trataba de una yegua color avellana de unos tres años de edad, con un círculo blanco alrededor de un ojo. Entonces, para su desconcierto, las dos mujeres se lanzaron a un intercambio entusiasta de opiniones alrededor de ella como si fuera invisible. Entonces ella desviaba la mirada, y la sensación se desvanecía. Y ella sabía que esa era una de las razones por las que los adoraba.