«Las camisetas valen 25 euros», dice uno de los vendedores irregulares de Gran Vía, pero, antes de que se pueda efectuar la compra de la nueva elástica de Bellingham, un grito hace que los manteros tiren de la cuerda y se esfumen ante la aparición de dos agentes caminando por la acera, a la altura del número 42. El grupo baja a paso ligero por una boca de Metro y, en pocos minutos, aparece en otro punto de Gran Vía, esta vez, frente al Primark, una de las zonas donde es habitual verlos vendiendo su mercancía.